Michelle preciosa, tienes talento ¿no les parece? me encantan estas dos chicas,escriben tan bien.¿Creen que añgun dia leeremos algun sitio suyo? seguro! no olviden que nos hemos afiliado para colaborar con la editorial destino, tal y como haciamos con el revivido "SomosNefilim"(si,si ha vuelto con nosotros,solo que ahora lo lleva otra chica.)ANIMENSE A MANDARME TODO LO QUE QUIERAN PUBLICAR! FANFICS,POEMAS.... LO QUE QUIERAN!


ENTRADA ANTERIOR SOBRE LOS SUEÑOS SON CAMINOS


Spinelly y yo nos dirigimos a las taquillas pasando por la cafetería, que es como una villita.
--¿Qué materia toca ahora?—preguntó Spinelly y después de un momento tomó aire sorprendida--¡Matemáticas!
--¿Por qué?, ¿no lo recordabas?—le pregunté.
--Prefiero no pensar en eso—me confesó, poniéndose los dedos en las sienes como si le dolieran.
--lo sé, yo también—le confesé, cerrando los ojos.
Volví a abrir los ojos cuando llegamos a la taquilla de Spinelly y ella comenzó a buscar sus libros.
--Treem, siempre que abres los ojos me quedo asombrada por su color morado—dijo Spinelly señalando mis ojos--¡me encantan!
--Oh, por favor, no hablemos de eso ¿quieres?—dije, mirando hacia abajo.
--¿Cuándo entenderás que son tan hermosos y que lo que diga Beverly no importa?—me preguntó--¿o es que te importa su opinión?
--No. —dije y bajé la cabeza, triste, pero, la verdad, tal vez muy en el fondo, si quería una buena opinión de ella, para que me dejara de molestar, solo por un día.
--¡Vamos Treem!, no te pongas en tu plan pesimista—exigió Spinelly, poniéndome su mano en el hombro—ya, vamos a clase.


Entramos a clase de matemáticas y nos sentamos en nuestros lugares de siempre. Estaban en medio del aula de lado izquierdo. Ya todos estaban entrando, sentándose en sus bancas y poniéndose a platicar. Era una suerte que mi lugar estuviera al lado de Spinelly ya que al estar con ella, casi nadie me molestaba. Y también, Beverly no está en esta clase.
--¿Hiciste la tarea?—me preguntó Spinelly, escribiendo de titulo en su libreta “TAREA”. Ella no la había hecho.
La tarea consistía en resolver unos problemas de cálculo y álgebra, ugg, álgebra.
--Si, la hice—le respondí y le pase mi cuaderno de matemáticas con la tarea, ya que siempre que me preguntaba si la había hecho yo, era porque ella no la había hecho—aquí tienes.
--Ah, mil gracias Treem—dijo Spinelly, soltando un suspiro de alivio, y se puso la mano sobre el corazón—juro por las Dym… digo, juro que ya no voy a olvidar hacer mis deberes.
--Espera, ¿Qué dijiste?—estaba segura de haberla oído decir “Dym”.
--No, no es nada—dijo Spinelly mirando hacia su cuaderno y copiando la tarea del mío.
-- Pero, Spinelly…
En ese momento llego el profesor, el Sr. Davis, y les dijo a todos que fueran a sus lugares a sentarse y que pusieran atención pues iba a comenzar la clase.
--Veamos… ¡jóvenes! Pasen sus tareas a la primera persona de la fila—dijo el señor Davis con tono autoritario.
Una de las chicas del séquito de Beverly estaba al inicio de la fila de Spinelly y al pasar a recoger las tareas de su fila, vio a Spinelly copiando.
--¡Profesor!, ¡Spinelly Valleyblonde se copio la tarea de la chica rara!—gritó la chica del séquito de Beverly, llamada Brittany, levantando la mano y agitándola.
El profesor, con paso decidido, llegó al lugar de Spinelly y le arrebató el cuaderno, tachó toda la página y le puso en grande “NO ENTREGÓ”.
--Pero, ¡¿Qué le pasa?!—le gritó Spinelly al profesor levantando las manos frenéticamente.
--¿Disculpe?—dijo el profesor con cara sorprendida—Señorita Valleyblonde—le dijo a Spinelly—hágame el favor de ir con la asistente de piso y pedirle un reporte para usted, por copiarse y por faltarme el respeto.
Y el profesor se fue hacia su escritorio caminando altivamente. Spinelly salió del salón con paso decidido y cabeza alta a pedirle el reporte a la asistente de piso, Rosy, y no le pidió explicación al profesor acerca del reporte, conociéndola, no le iba a rogar al profesor que no se lo pusiera.



Terminando la clase de matemáticas, nos dirigimos a nuestras taquillas a dejar los libros de matemáticas y recoger los de biología, que era la siguiente clase, y nos dirigimos a ella.
Cuando llegamos a la clase fuimos directo a nuestros lugares a dejar los libros, que estaban muy pesados. Mi banca en este salón, estaba al lado de la ventana en el penúltimo puesto y la de Spinelly al lado derecho de la mía.
--¡A ver, jóvenes, todos hagan una fila!—dijo la señorita Rosy, la asistente de piso—voy a entregar las hojas y horarios de clases extras.
Palabras mágicas, clases extra, las mejores de todos los institutos del mundo. En este eran baile, de cualquier tipo, y artes culinarias, cocina, gimnasia rítmica, teatro, música y pintura. Aunque haya dicho la asistente todos en fila, todos se abalanzaron hacia la asistente de piso, arrebatándole todos los papeles, si no, se acababan.
Spinelly salió con vida de todo ese revoltijo, con cuatro papeles en la mano, dos horarios y dos papeles de inscripción a las clases extra, y se veían en buenas condiciones. Ella es de carácter fuerte y duro cuando se necesita, tal vez un poco brusco, como en estas situaciones.
Me dio un horario y un papel de inscripciones para que lo llenara y se sentó en su banca.
--¿Qué vas a elegir?—dijo Spinelly, señalando mi hoja.
--Mmm…--dije, la cocina no se me daba, pero si era buena bailarina, al menos, de pequeña, todos los días iba a una academia de baile—baile ¿y tú?
--Mmm… --Dijo como yo, y se puso el dedo en la barbilla, mirando a la nada, como siempre hacia cuando pensaba—baile también, seguro quemaré todo si voy a cocina—soltó unas risitas—incluso el agua.
--Ya lo creo—dije y también solté unas risitas.
Mire hacia mi hojita de clases extra y palomee la clase de baile a la cuarta hora y se la pase a Spinelly, la cual también puso baile a la cuarta hora. La miré acusadoramente.
--Para que estemos juntas…--dijo y me sonrió encantadoramente--¿no quieres?
--Está bien—dije, crucé los brazos sobre mi banca y hundí la cabeza en ellos.
--Chicos—llamo la atención la señorita Rosy—ellos son sus nuevos compañeros de clases, vienen de intercambio, por favor, denles una cálida bienvenida—se dirigió a ellos—preséntese por favor—se dirigió a mi—Tremery Dare, siéntate bien, por favor.
Levanté la cabeza y me encontré con los ojos mas grises que había visto en toda mi vida, pertenecían a un chico de cabello oscuro, de unos diecisiete años, musculoso. Llevaba una mochila azul marino raída y una camiseta negra con una chaqueta blanca encima y pantalones de mezclilla con botas negras.